Muchos son los diseñadores que han conseguido cambiar el significado de las pequeñas cosas, de aquellos objetos cotidianos que nos rodean cada día. Pero nadie lo ha sabido hacer tan bien y con tanta repercusión social como el francés Philippe Starck.
Phillippe Starck definió su papel como diseñador diciendo: “Subversivo, ético, ecológico, político, humorístico… así es como veo mi deber como diseñador”. Y así ha sido….
Starck nació el 18 de enero de 1949 en París. Realizó sus estudios en la escuela de Nissim de Camondo, con tan solo dieciséis años ganó el concurso de La Villette y con diecinueve empezó a realizar sus primeros diseños para producción.
Así pues, en 1968 fundó su primera empresa, donde diseñaba y producía muebles hinchables. Pero un año más tarde en 1969 se convirtió en director artístico de Pierre Cardín, allí conseguiría realizar setenta y cinco diseños de muebles que definirían su estilo.
Con inquietud y ganas de nuevos aires en 1974 se estableció una temporada en los Estados Unidos. No tardo en volver a París donde proyectó su primer club, La Main Bleu, y el local nocturno Les Bains-Douches.
En 1979 fue cuando definitivamente decidió fundar la empresa Starck Product.
En la década de los ochenta, sus esfuerzos empezaron a dar resultados muestra de ello fue la tarea de renovar los apartamentos privados del presidente francés François Mitterand en el Palais de l’Elysée.
También le encargaron la decoración interior del Café Costes en París y posteriormente de del Caffé Manin en Tokio.
Pero decorar cafés en su ciudad se le hacía pequeño. No obstante, su profesionalidad hizo ganarse la confianza de empresas hoteleras hasta el punto de responsabilizarse íntegramente, en 1990, de la decoración del Hotel Royalton de Nueva York.
Más tarde aparecieron proyectos que solo harían que engrandecer su firma alrededor del mundo, desde la proyección de edificios de oficinas en Osaka, residencias particulares en Madrid o en Los Ángeles, la construcción del museo de Groningen y los famosos barcos “Yatch A”, el Venus o el “Sailing Yatch A” hasta la creación de fragancias, monturas de gafas, relojes y un sinfín de objetos cotidianos. Incluso puertos deportivos de lujo como Port Adriano de Mallorca.
Imágenes: Daily Mail, Officio Mondo, Driade
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